Todo pasa y todo queda, pero lo nuestro es pasar, pasar haciendo caminos, caminos sobre el mar.
Nunca persegui la gloria, ni dejar en la memoria de los hombres mi cancion; yo amo los mundos sutiles, ingravidos y gentiles, como pompas de jabon.
Me gusta verlos pintarse de sol y grana, volar bajo el cielo azul, temblar subitamente y quebrarse...
Nunca persegui la gloria.
Caminante son tus huellas el camino y nada mas; caminante, no hay camino se hace camino al andar.
Al andar se hace camino y al volver la vista atras se ve la senda que nunca se ha de volver a pisar.
Caminante no hay camino sino estelas en la mar.
Hace algun tiempo en ese lugar donde hoy los bosques se visten de espinos se oyo la voz de un poeta gritar "Caminante no hay camino, se hace camino al andar..."
Golpe a golpe, verso a verso.
Murio el poeta lejos del hogar. Le cubre el polvo de un pais vecino. Al alejarse le vieron llorar. "Caminante no hay camino, se hace camino al andar..."
Golpe a golpe, verso a verso.
Cuando el jilguero no puede cantar cuando el poeta es un peregrino, cuando de nada nos sirve rezar.
"Caminante no hay camino, se hace camino al andar..."
Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla y un huerto claro donde madura el limonero; mi juventud, veinte anos en tierra de Castilla; mi historia, algunos casos que no quiero recordar.
Ni un seductor Manara, ni un Bradomin he sido -- ya conoceis mi torpe alino indumenttario -- mas recibi la flecha que me asigno Cupido, y ame cuanto ellas puedan tener de hospitalario.
Hay en mis venas gotas de sangre jacobina, pero mi verso brota de manantial sereno; y mas que un hombre al uso que sabe su doctrina soy, en el buen sentido de la palabra, bueno.
Desdeno las romanzas de los tenores huecos y el coro de los grillos que cantan a la luna. A distinguir me paro las voces de los ecos,
y escucho solamente, entre las voces, una.
Converso con el hombre que siempre va conmigo -- quien habla solo espera hablar a Diios un dia -- mi soliloquio es platica con este buen amigo que me enseno el secreto de la filantropia.
Y al cabo, nada os debo; me debeis cuanto escribo a mi trabajo acudo, con mi dinero pago el traje que me cubre y la mansion que habito, el pan que me alimenta y el lecho donde yago.
Y cuando llegue el dia del ultimo viaje, y esta al partir la nave que nunca ha de tornar me encontrareis a bordo ligero de equipaje, casi desnudo, como los hijos de la mar.
Guitarra del Mesón que hoy suenas jota, mañana petenera, según quién llega y tañe, las empolvadas cuerdas. Guitarra del Mesón de los caminos no fuiste nunca ni serás poeta. Tú eres el alma que dice su armonía solitaria las almas pasajeras... y siempre que te escuche el caminante sueña con un aire de su tierra. Guitarra del Mesón que hoy suenas jota, mañana petenera, según quién llega y tañe, las empolvadas cuerdas. Guitarra del Mesón de los caminos no fuiste nunca ni serás poeta.
Vosotras las familiares inevitables, golosas vosotras moscas vulgares me evocáis todas las cosas. Oh viejas moscas voraces como abejas en abril viejas moscas pertinaces sobre mi calva infantil. Moscas de todas las horas de infancia y adolescencia de mi juventud dorada de esta segunda inocencia que da el no creer en nada, en nada. Moscas del primer hastío en el salón familiar las claras noches de estío en que yo empecé a soñar. Y en la aborrecida escuela raudas moscas divertidas perseguidas, perseguidas por amor de lo que vuela. Yo sé que os habéis posado sobre el juguete encantado sobre el librote cerrado sobre la carta de amor sobre los párpados yertos de los muertos. Inevitables golosas que ni labráis como abejas ni brilláis cual mariposas pequeñitas, revoltosas vosotras amigas viejas me evocáis todas las cosas.
Al fin, una pulmonia mato a Don Guido, y estan las campanas todo el dia doblando por el: din, don! murio don Guido, un senor de mozo muy jaranero, muy galan y algo torero; de viejo gran rezador.
Dicen que tuvo un serrallo este senor de Sevilla; que era diestro en manejar a caballo, y un maestro en refrescar manzanilla.
Cuando mermo su riqueza era su monotonia pensar que pensar debia en asentar la cabeza y asentola de una manera espanola, que fue a casarse con una doncella de gran fortuna.
Y repintar sus blasones hablar de las tradiciones de su casa, a escandalos y amorios
poner tasa, sordina a sus desvarios. gran pagano se hizo hermano de una santa cofradia; el jueves Santo salia, llevando un cirio en la mano --aquel trueno-- vestido de nazareno.
Hoy nos dice la campana que han de llevarse manana a buen Don Guido muy serio camino del cementerio. Tu amor a los alamares y a las sedas y a los oros y a la sangre de los toros y al humo de los altares. Oh fin de una aristocracia!
La barba canosa y lacia sobre el pecho; metido en tosca saya las yertas manos en cruz; tan formal! el caballero andaluz.
Este hombre del casino provinciano que vió a Carancha recibir un día, tiene mustia la piel, el pelo cano ojos velados por melancolía bajo el bigote gris, labios de hastío, y una triste expresión que no es tristeza, sino algo más y menos: el vacío del mundo en la orquendad de su cabeza. Aún luce de corintio terciopelo chaqueta y pantalón abotinado, y un cordobés color de caramelo pulido y torneado. Tres veces heredó y tres ha perdido al monte su caudal; dos ha enviudado. Sólo se anima ante el azar prohibido sobre el verde tapete reclinado, o al evocar la tarde de un torero la suerte de un tahúr o si alguien cuenta la hazaña de un gallardo bandolero, o la proeza de un matón, sangrienta. Bosteza de políticas banales dicterios al gobierno reaccionario y augura que vendrán los liberales cual torna la cigüeña al campanario. Un poco labrador, de cielo aguarda y al cielo teme; alguna vez suspira pensando en su olivar, al cielo mira con ojos inquietos si la lluvia tarda. Lo demás, taciturno, hipocondríaco prisionero de la Arcadia del presente le aburre; sólo el humo del tabaco simula algunas sombras en su frente. Este hombre no es de ayer, ni es de mañana sino de nunca; de la cepa hispana. No es el fruto maduro, ni podrido, es una fruta vana de aquella España que pasó y no ha sido esa que hoy tiene la cabeza cana.
Al olmo viejo, hendido por el rayo y en su mitad podrido, con las lluvias de abril y el sol de mayo, algunas hojas verdes le han salido. El olmo centenario en la colina... Un musgo amarillento le lame la corteza blanquecina al tronco carcomido y polvoriento. Antes que te derribe, olmo del Duero, con su hacha el leñador, y el carpintero te convierta en malena de campana, lanza de carro o yugo de carretera; antes que rojo en el hogar, mañana, ardas de alguna mísera caseta. Antes que el río hasta la mar te empuje por valles y barrancas, olmo, quiero anotar en mi cartera la gracia de tu rama verdecida. Mi corazón espera también hacia la luz y hacia la vida, otro milagro de la primavera.
He andado muchos caminos he abierto muchas veredas; he navegado en cien mares y atracado en cien riberas. En todas partes he visto caravanas de tristeza, soberbios y melancolicos borrachos de sombra negra.
Y pedantones al pano que miran, callan y piensan que saben, porque no beben el vino de las tabernas.
Mala gente que camina y va apestando la tierra...
Y en todas partes he visto
gentes que danzan o juegan, cuando pueden, y laboran sus cuatro palmos de tierra. Nunca si llegan a un sitio preguntan a donde llegan. Cuando caminan, cabalgan a lomos de mula vieja.
Y no conocen la prisa ni aun en los dias de fiesta donde hay vino, beben vino; donde no hay vino, agua fresca.
Son buenas gentes que viven, laboran, pasan y suenan, y un dia como tantos, descansan bajo la tierra.
Soplaban vientos del sur y el hombre emprendio viaje. Su orgullo, un poco de fe y un regusto amargo fue su equipaje. Miro hacia atras y no vio mas que cadaveres sobre unos campos sin color. Su jardin sin una flor y sus bosques sin un roble.
Y viejo y cansado a orillas del mar bebiose sorbo a sorbo su pasado. Profeta ni martir quiso Antonio ser. Y un poco de todo lo fue sin querer. Una gruesa losa gris
vela el sueno del hermano. La hierba crece a sus pies y le da sombra un cipres en verano.
El jarron que alguien lleno de flores artificiales, unos versos y un clavel y unas ramas de laurel son las prendas personales, del viejo y cansado que a orillas del mar bebiose sorbo a sorbo su pasado. Profeta ni martir quiso Antonio ser. Y un poco de todo lo fue sin querer.